viernes, 15 de abril de 2011

SPY. Cuento escrito por Dr.Hugo B. Escalante

Alberto estaba sentado cómodamente en su sillón, trabajando en su PC, servidor.
Había sido contactado por un profesional de prestigio que tenía un juicio, ya en estado de sentencia, por el cuál no las tenía todas consigo.
En efecto; había trabajado muchísimo ese profesional en el desarrollo de las pruebas, pero sentía –según él- que no todo estaba bien. Creía que faltaba ese “algo” para terminar de convencer al Juez de que su cliente –actor él- tenía la razón, toda la razón y nada más que la razón.
Tenía, además, cierta desconfianza con el Juez porque lo había visto en muy animada conversación en el pasillo de Tribunales con su eventual contrincante, sin dejar de reconocer que dicho profesional había sido novio de la hermana del Juez y hasta compañero de promoción en la Facultad, por lo que la referida conversación podría versar alrededor de bueyes perdidos y no del juicio que tanto lo preocupaba.

Así las cosas, y medio paranoico él, ese profesional quería saber qué pensaba el juez sobre cuál de las partes tenía la razón y darle –en consecuencia- por ganancioso en la contienda.
Por ello, habló con nuestro héroe y le planteó directamente sus inquietudes y sobre las posibilidades de poder enterarse cuáles eran los pensamientos del juez referidos a su juicio a sentencia.
Alberto, muy campechanamente, lo tranquilizó sobre sus temores y le mencionó que en base a algún “reconocimiento” podría ser que pudiese saber algo al respecto.
Ni largo ni perezoso, nuestro abogadillo conteniendo su alegría, le encargó la misión de “información”.
Una vez convenida la transacción entre dichas dignas partes (Alberto y abogado litigante –prestigioso él-) Alberto se recluyó en horas de la tarde en su oficinita del tercer piso y en posesión de los servidores del Poder Judicial.
Efectuados algunos paces mágicos en la PC entró en la computadora del Juez de marras y procedió a leer todos los archivos del mismo.
Ocurre que las PC que se entregaran a los Jueces, no sólo informan al servidor de la hora en que se enciende –sabiendo, por ende, a qué hora viene el juez, pero no saben a qué hora se van porque dicha información no se eleva- sino que transmiten todo aquél archivo que estuviera grabado en su procesador de textos.
Sabido es, que algunas sentencias, debido a su complejidad o a lo enrevesado que está el expediente debido a las numerosas incidencias ocurridas en él, son confeccionadas por los Jueces y grabadas en su PC y a los fines de volver posteriormente, a analizar el caso, corregir algunas cuestiones o, en definitiva, borrar todo y a empezar de nuevo. Es lo que algunos dice: “se está adobando”.
Pero así y todo, algo puede intuírse al respecto, a pesar de no haber terminado la sentencia: puede apreciarse ad initio, hacia dónde “rumbea” nuestro Juez y dicho dato puede ser invalorable cien por ciento.
Así las cosas, encontró el borrador de la sentencia y para sorpresa suya, la sentencia era rechazada y con muy buenos fundamentos, según pudo apreciar.
Si bien es cierto que dicho borrador era sólo eso: un borrador, el encargue estaba harto cumplido porque le estaba dando una información al abogado sobre una cuestión que envolvía mucho dinero y que como veía la actora perdería incluídas las costas que por el monto del asunto, serían bastante elevadas.
La información fue pasada y fue recibido el estipendio comprometido. Por lo menos, algún pacto se cumplía...no?.
Receptada la información y en tiempo veloz, el profesional habló con su cliente y convino con él una propuesta de arreglo con la contraparte a efectuarse antes de la emisión de la sentencia.
Ello se llevó a cabo rápidamente, y cuando se presentó el escrito acompañando el acuerdo, se enteró –oh sorpresa- que la sentencia acogía la demanda, con costas.
El Juez había revisto su criterio y rehaciendo la resolución le dio la razón a la actora.
De donde se colige que no siempre –por más que copien las sentencias en el servidor- las cosas salen bien.
También de lo peligroso que resulta ser que se envíen las resoluciones a un servidor que puede tener acceso cualquiera -hasta los sinvergüenzas- haciendo verdad aquello que la ocasión hace al ladrón.
Cuánta inseguridad, Dios mío !

Autor: Hubo B. Escalante

Fecha: 28/02/2008

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